La ciudad de Murcia retrocedió este martes más de un siglo para que las actuales generaciones de la ciudad y sus alrededores pudieran vivir como era la huerta de antaño. Ésta es la esencia del día grande capital, recordar el pasado, volver a esa época en blanco y negro cuando la huerta de Murcia daba de comer a media España y los trabajos artesanos eran valorados y respetados. El Bando de la Huerta devolvió esa Murcia que se fue, pero que vuelve cada año, porque para ello se celebra este día, para que la huerta no muera y no se pierda nunca.

El desfile del Bando, el acto central de este día, congregó a miles de personas en torno al recorrido que partió de barrio del Infante a las cinco de la tarde. Una explosión de tradición y costumbrismo invadió las calles de la ciudad. Empezó la comitiva con el cartel del Bando que, tirado por dos bueyes, iba escoltado por cuatro caballistas que portaban las banderas de España, la Región de Murcia, la ciudad y la Federación de Peñas Huertanas. Le siguieron los banderines de las peñas y los habituales gigantes y cabezudos, los primeros ataviados con el traje regional, lo segundos caracterizados de gusanos de seda y coliflores. Y llegaron los lecheros, que nunca faltan a la cita, andando y en bicicleta. Y las motos Guzzi, que siempre traen recuerdos, a ciertas generaciones, de noviazgos que se forjaron sobre alguna de ellas.

Empezó entonces una larga exhibición de carros, carruajes, calesas y demás transportes tirados por bueyes, caballos, ponis o burros. Entró en escena la carroza del ‘perráneo de la huerta’ sobre la que Manolo Montesinos anduvo recitando versos panochos. Los oficios de Alquerías impresionaron por su realismo. El pescatero, la planchadora, el barquillero, el matarife, el carpintero, el espartero o el confitero recordaron a los trabajadores de antaño que sobre sus bicicletas recorrían la huerta. Como novedad, este año, se incluyó en el desfile la carroza de los troveros de la huerta sobre la cual marchó el Tío Juan Rita, el trovero centenario referencia de este arte que fue salpicando con sus trovos a todos los espectadores.

Una de las principales atracciones de este desfile es la procesión de carrozas costumbristas que presentan oficios y tareas reales de la huerta. Gracias a estas carrozas, los espectadores pudieron ver de cerca una trilladora, el trabajo de la molienda del maíz, corrales con animales vivos tales como conejos, gallinas o cabritos. También estuvieron las bolilleras, los pisadores de uva, una recova, una zeña (artilugio para elevar el agua), el alambique gigante que elabora menta y deja un delicioso aroma a su paso, el molino de harina con el horno moruno elaborando pan de verdad o la era donde dos huertanos separan el grano del trigo.

Llegaron entonces las huertanas. La carroza con la Reina Infantil de la Huerta, Andrea Carmona y sus catorce damas, que saludaron con mucho brío y enormes sonrisas subidas en lo alto. Tras ellas marchaban las mayores. La Reina de la Huerta, Andrea Belmonte no cabía en sí de gozo al ver a Murcia a sus pies. Pero sucumbió de emoción cuando vio a su familia en la tribuna y pudo saludar a su pequeño sobrino.

Tras las reinas, llegó la hora de la merienda. La compostura y la elegancia se deshicieron de golpe cuando empezaron a desfilar las carrozas de las peñas, cargadas de viandas de la huerta. Del cielo de Murcia llovieron morcillas, longaniza seca, huevos duros, bocadillos, sobrasadas, lechugas, coliflores, limones, naranjas, botes de pimentón, etc. Los espectadores pelearon duro por hacerse con sus manjares, pero quien más quien menos, volvió a su casa con una bolsa cargada de cosas ricas de la huerta y con un poco más de sabiduría tradicional. Porque el Bando no es más que eso, tratar de inculcar a las nuevas generaciones aquel saber huertano.